Doug Edwards se convirtió en el primer director de marketing de Google en 1999, después de dejar su trabajo en el San Jose Mercy News. En 2005, poco después de hacerse considerablemente rico a raíz de la salida a bolsa del gigante de internet, Edwards abandonó la compañía pero, a pesar de los años que han pasado, el antiguo trabajador de Google es incapaz de olvidar las intensas experiencias que vivió en los días en que la pequeña empresa, con algunas decenas de trabajadores, pasaba a ser un gigante empresarial con una capitalización de miles de millones de dólares.
El resultado de todas estas experiencias ahora puede verse plasmado en el último libro de Edwards, “I’m Feeling Lucky: The Confessions of Google Employee Number 59” (Voy a tener suerte: las confesiones del trabajador número 59 de Google), una visión privilegiada sobre la vida interna de Google.
“Debatí durante mucho tiempo sobre hacer esto”, aseguraba Edwards al Montreal Gazette. “Finalmente, lo que paso es que si no sacaba esas historias de mi cabeza y las ponía en un papel, me volverían loco. Porque allá donde iba, era Google, Google, Google, y cada vez que viera el logo diría: ‘ah sí, hay una historia sobre eso; ah sí, recuerdo cuando hicimos aquello’. Y decidí que tenía que escribirlo. Escribiéndolo, podría hacer que desapareciera”, comentó el autor.
Desde que Google se dio a conocer, se han escrito cientos de libros sobre la compañía, pero ninguno de ellos cuenta la visión de los que realmente han vivido dentro de ella, alguien que haya debatido con Larry Page y Sergey Brin sobre la estrategia que debía seguir la empresa. Edwards parece dispuesto con su libro a romper la idea generalizada que tiene el público sobre Google y sus comidas gourmet, sus masajes o sus juegos para describir la presión que se vive al estar rodeado de una compañía de estudiantes de matrícula dirigidos por dos fundadores que nunca estaban satisfechos del todo con los logros conseguidos.
“A no ser que estuvieras allí en el momento, no puedes llegar a sentir la combinación de la presión de desempeñar tu trabajo, las maravillosas ventajas, y cómo funcionaban juntas. Hay dos caras de la misma moneda. Sólo he querido marcarlo en el tiempo, así es como era estar en el nacimiento de la compañía más grande de internet de la era moderna”, afirmó Edwards.
“Consigues esa adrenalina que es muy adictiva”, afirmaba. “Me decía a mí mismo, ‘esto es lo más productivo que he sido nunca. Estoy haciendo cosas asombrosas, y trabajando con gente asombrosa; vamos a cambiar el mundo’. No te das cuenta de cómo se te está escurriendo el tiempo y que estás dejando de lado tu casa para estar en el trabajo”, confesaba Edwards.
Edwards estuvo entre los más de 1.000 millonarios que se crearon después de la salida a bolsa de Google en 2004, cuando las acciones de la compañía crecieron un 18% el primer día. Desde entonces, han incrementado su valor en un 600%. Pero aunque algunos antiguos trabajadores de Google se vieron bastante desorientados ante su nueva situación, Edwards mantiene los pies en la tierra y sigue conduciendo el mismo coche de 1999 con el que iba a Google a trabajar.
“No fue un acto de previsión o una genialidad por mi parte dejar Google. Tuve suerte y soy consciente de ello”, admitió.
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